jueves, 22 de diciembre de 2011

Fuertes convicciones

Amaneció ese sábado sin nubes, pintaba un hermoso fin de semana, Carlitos se peinó al agua como todos los días, inhaló profundo, miró por la ventana y notó el espléndido día que estaría por venir.
Partió con paso animado hacia el local que estaba justo delante de su casa, el cual oficiaba de cuartel central de la remisería del barrio. Remises Carlitos, bautizó su emprendimiento, sin demasiada imaginación planteó el estandarte de su negocio.
Abrió la puerta, levantó la persiana, dejó que la luz del sol diera vida a su local, rodeado de almanaques y mapas, el techo, gris de diminutas e infinitas manchas negras sobre la base del latex blanco. Se conoce la zona por una mosca con tendencias a defecar sobre superficies blancas. Dicha mosca había sido material de estudio de diferentes universidades y protagonista de extensas horas de documentales, una de las cuales le permitió a Carlitos ser el centro de la escena de un programa de la National Geographic, por escasos e infinitos 2 minutos, el líder de la remisería del pueblo fue el centro de las cámaras, donde relataba las maldiciones que los habitantes del pueblo debían viviar a diario, a causa de las moscas. Carlitos también tenía su propia teoría sobre la mosca y porqué habitaba esa zona y solamente esa zona, cuando tenía un universo entero donde alojarse, eligió ese pueblo.

Carlitos recoradaba aquella entrevista cuando su perdida mirada se posaba sobre la pila de revistas, lideradas por un ejemplar del National Geographic, repasaba en su cabeza aquel momento donde fue el centro de todas las miradas, la gente se abigarraba frente a la remisería, las 12 personas que se congregaron frente al local miraban asombrados los focos de potentes luces y las 2 cámaras hacían foco sobre el rostro de Carlitos.

Mientras recorre aquellos días en su cabeza, espera un llamado, un viaje, algo que lo haga desplazarse en su agrisado ex-blanco Peugeot 504 que había lavado con dedicación el día anterior, pero en el pueblo nada blanco dura más de 2 horas.

Hernán había preparado su bolso minuciosamente, colocó el bronceador, una toalla, la malla, ojotas, una remera por las dudas. Lo habían invitado a pescar embarcado, pero a Hernán no le gusta la pesca, así que iba compartir unos mates, algunos sanguches, unos tragos helados, charlas, videos y fotos.
Fue convocado para sacar fotos, Hernán era conocido por su exquicitez en cuanto a óptica se refiere, así que lo nombraron responsable de la fotografía de las jornadas de pesca. Hernán consideraba que la vista es lo más importante y cuidarla era su única preocupación desde que era niño. Estudió para ótpico y realizaba su trabajo con la mayor dedicación y responsabilidad posible. Amaba cuidar los ojos tanto los suyos como los de sus clientes. Sus ojos eran su vida.
Como amante del cuidado ocular, era un aficionado a la fotografía. Todo cuanto tuviera relación con la óptica él se sentía atraído, envelesado. Hernán un hombre de fuertes convicciones, dificil de cambiar una decisión, un tanto terco, tosudo, sabía que nada en el mundo podría hacerle desistir de su viaje de "pesca" (aunque no pescara) con sus amigos. Nada en el mundo podría arruniarselo. "Si algo podría salir mal, era el tiempo, pero con este día espectacular... ya estaba todo listo para el gran viaje."
Suena la bocina, y Hernán y su inmensa emoción salieron, bolso en mano, saludó a sus amigos desde la ventanilla ausente, el vidrio se había roto la semana anterior.
Abordó el auto que lo llevaría un fin de semana a la costa, el fin de semana. Largos kilómetros a recorrer con el grupo de amigos lo separarían de su domicilio.

Todo se desenvolvió con normalidad durante el viaje, pararon a cargar combustible y siguieron viaje. Llegaron a la costa temprano y el bote ya los estaba esperando. Hernán y el grupo disfrutaban del viento en la cara, el sol, el ruido del motor, los mates, la música del escape, los comentarios y anécdotas.

Cuando Hernán miró hacia la lancha notó algo raro, algo que lo preocupó, le encendió la luz de alerta, el guía tenía unas gafas muy particulares, extrañas , no solo le cubrían los ojos sino que rodeaban toda la parte superior de la cara por sobre la nariz, algo parecido a las máscaras de gas pero menos impactantes. Una vez descendido del auto quedó mirando por largos segundos como buscando una explicación el porque del uso de semejantes gafas.
Hernán camina hacia el baúl del auto que ya estaba levantado, extendiendo sus brazos, da un par de pasos recibiendo el aire del mar, se despereza . Cuando descubre con estupor, atónito, inmóvil , que todos sus amigos ya tenían los mismos anteojos que el lanchero, la misma protección, en ese instante no encuentra palabras o mejor dicho todas las palabras juntas le llenan la boca, mientras las manos comienzan a buscar sus anteojos, pero no encuentran nada, el muy meticuloso había olvidados sus anteojos protectores de sol en su casa, a cientos de kilometros de distancia. "¿ Qué pasa Hernan?" escucho decir, "¿Estás bien?¿Donde está tu protección?¿Trajiste?" resonó en sus oídos. Alarmado, ceño fruncido miró a todos buscando una explicación. Comezó a agitarse. Buscó calmarse un poco y recién pudo preguntar:
"¿Que protección? me olvidé los lentes... Pero... ¿Que hacen? ¿ Que es eso? ¿ Porque tienen esas máscaras ridículas puestas? ".
"¿Como porque? ¿Ridiculas? Boludo ¿No lees los mails?".
Ya se estaba empezando a preocupara de verdad, volvió a mirar al chango de la lancha que enfilaba hacia él.
Furioso uno de los amigos, bajó el baul violentamente, lo estremeció tanto ruido y el vientito que le volo un poquito el pelo a contra corriente de como venía la brisa marina.
Todos los enmascarados lo reodearon y comenzaron a reprocharle, pero con más gestos que palabras, o palabras más bien perdidas, por el uso de la extraña máscara. Le hacían notar lo irresponsable que era, se notaba que los anteojos de ellos se comenzaban a empañar, pero ninguno se animaba a abrirlo, le costaba entender que decían todos, unas gaviotas que volaban por ahí lo distrajeron un poco a Hernan.
Todavia sin entender que le decían, intento calmar a todos, tardó algunos unos segundos y volvió a mirar las gaviotas que tenían como un extraño circulo negro en deredor de sus ojos.
Seguía sin entender nada. "¡Me pueden explicar por favor que sucede!!!".
Uno de ellos con gestos ampulosos comenzó a gritar algo así como "la mosca, boludo, la mosca!!!". O algo parecido. Y desató en todos un pánico similar al que causaría la noticia sobre el fin del mundo.
Todos , comenzaron a gritar, "la mosca, la mosca", le apuntaban los ojos y se señalaban a sí mismo con vehemencia, casi sacados. Lo insultaban en todos los idiomas, al grito de "la mosca, la mosca !!!!!!".
" ¿Que mosca, que pasa?!!!!!!" . Uno de sus amigos se acercó y arqueó la cejas como frente a una imagen de espanto, de horror, como quien ve a la muerte cara a cara, trató de acomodarse la máscara, pero teniendo cuidado de no soltarla.
"Hay una mosca que busca "picar" en los ojos, y produce ceguera temporal". Alcanzó a oir Hernán en una voz entre latosa y gangosa que volvió desencadenar un griterío histérico y ensordecedor, desordenado " la mosca, la mosca... " todos gesticulando y apuntando los ojos de Hernán. El caos ya había invadido el grupo, todos se revisaban las mascaras, que impida que la mosca ingrese a la zona ocular. Todo era descontrol, todos querían hablar pero nadie lograba coordinar una idea. Algunos iban hacia el auto, otros marchaban en dirección al bote pero todos con la mirada puesta en Hernán, indigndados con él por ser el mayor protector de la vista y no haber traído consigo su protección.
Hernán aterrorizado miraba a su alrededor intentando ver si se acercaba alguna mosca, mientras pensaba "¿¿¿Ceguera ??? ¿¿¿ Temporaria???"o trataba de hilar algún concepto, pero no podía. No entendía que mosca, ni porque picaban, ni podría comprender el odio generalizado contra él.
Alcanzó a tomar su celular, mientras los otros que guardaban cierta distancia lo miraban como esperando lo peor. Hernan miraba a su alrededor y sentía que todo el mundo se le venía encima en un instante.
Alcanzó a buscar en su libreta el telefono de la remisería. Escucha el discar de los tonos. Un tiempo incierto transcurre con gritos de fondo, alcanza a oir el tono de llamada y espera... imapciente, muy impaciente espera, eternos segundos, cada tuuutt parece una eternidad, hasta que atiende Carlitos.
Entrecortado y ruidoso escucha Hernán el timbre de voz del salvador remisero. "Buenos días, remiesería..." .
"Hola... Carlos. ¿Carlitos?", Hernán escuchó decir " ... un segundo por favor". Se alejó a cerrar la puerta para que no entren más moscas de las que ya había.
"No Carlos, me escuchas... Carlos!!!" rogaba desde su celular mientras decenas de imágenes se le cruzaban por la cabeza al óptico todas ellas con un denominador común, la falta del sentido más importante, bastones blancos, perros guías, atrocidades que Hernán no podía concebir como suyas, gritos de tormento de fondo "la mosca... cuidado la mosca , boludo...", "Her, guarda!!!! , Her la mosca, Her ahí, allá...". Varias moscas ya habían detectado al desprovisto y querían nutrirse de él.
El remisero se hace del tubo nuevamente y responde. "¿Si?".
"Carlos, boludo.... la mosca , por dios sacame de acá, esto es el apocalipsis, sacame de acá la puta que te parió... vení a buscarme, estoy en la costa..." alcanzó a rogar Hernán, algo similar creyó oir Carlos. "La mosca, cuidado la mosca, ahí ahí ahí, ahhhhh, !!!" todos erán gritos desesperados que salían del auricular del teléfono. Carlos lo aleja de su oreja y lo mira frunciendo el ceño.
Eso irritó al remisero quien entre dientes deslizó " ¡¡¡ Con eso no se jode, forro!!!. Y cortó.

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