domingo, 5 de noviembre de 2023

El búlgaro

Llega con su bolso, colgado  del hombro, tomado con la mano derecha, como percha invertida, camina a ritmo tranquilo, con anteojos de marco negro, remera negra, largos negros, se acerca al grupo que se empieza a gestar, un rato antes de empezar el partido y casi tímido saluda a sus compañeros, bajo la sombra de un tilo gigante, que yace ahí hace demasiado tiempo como para contar los años. Unos caños galvanizados de "dos pulgadas" hacen las veces de baranda, típicos de las canchas de rugby, separan la zona arbolada de la cancha. Unos bancos de plaza hacen las veces de vestuario y una línea blanca de cal, marca el lateral de la cancha. Entre la línea y la baranda hay escasos 180 centímetros, por ahí , por ese angosto sendero correrá el o la "linesman" un rato más tarde.

Se cambia como otras tantas veces, en un rito que comienza así: sacándose el jogging negro, se pone los cortos, luego la media derecha, que la sube lentamente hasta el punto donde comienza la rodilla, entonces, el turno de la izquierda, se saca la remera, elije al azar una camiseta amarilla con vivos negros, aspira hondo, guarda cuidadosamente sus anteojos en el bolso, extrae los botines que los tiene protegidos con una bolsa de nylon gruesa, pone sus zapatillas y las guarda en el bolso, acomoda sus botines sobre el pasto, los examina meticulosamente en busca de alguna fisura o restos de tierra seca que pudieron haber quedado del partido anterior, afloja los cordones, siempre comenzando por la derecha, se los calza, los ata, nada lo distrae, la concentración se va elevando.

Está todo listo, ambos equipos dispuestos a comenzar el partido, hoy se juega contra un rival áspero, difícil, con buenas individualidades. Pero ahí está él. A escasos 5 metros de la pelota, él tiene los ojos clavados sobre ella, parece que si la mirara un rato más, la pincha.  

Suena el silbato y comienza a rodar la bola. El tono del silbato lo transporta directamente a su Sofía natal, cuando a los 6 años en su partido debut, en el campo de deportes del PFC CSKA Sofía, el referí abrigado con un gamulán de piel de oso, debido a la inusual baja temperatura del invierno de ese año, hizo sonar el silbato y el búlgaro sintió una descarga eléctrica que le recorría la médula espinal, sin saber de donde venía esa sensación, la ignoró, corrió hacia la pelota y se lanzó con ambos pies hacia adelante, con tanta mala suerte que fracturó a dos de sus propios compañeros que estaban por iniciar el juego, fuerte contusión a un tercero. 

Alborto, griterío de los padres, golpes de puño, insultos, tumulto, vuelan piñas por todos lados, allegados del club que bajaban de las improvisadas tribunas de madera hechas de abeto caucásico. El búlgaro no entendía que sucedía ni porqué había cometido semejante ataque. Sin embargo ese fatídico hecho marcó a su familia que debió abandonar Sofía de inmediato, bajo reiteradas amenazas de muerte, promesas de venganzas, ataques de gomera, hicieron insostenible la vida del pobre búlgaro y su familia. 

El destino, caprichoso, quiso que el barco que habían alcanzado a tomar luego de huir por el mar Negro, cruzando el Bósforo los llevó al puerto de Buenos Aires. 

Allí su familia, debió comenzar una nueva vida. Tuvieron que aprender la lengua, las costumbres y todo lo que se imaginen.  Pero aún así lograron brindarle al búlgaro una educación de calidad e inculcarle los valores de sus antepasados. Estos fueron los valores que llevaron al joven a retomar la práctica del fútbol amateur en diferentes categorías y asociaciones, donde supo brillar y consagrarse varias veces campeón. Su vitrina carga decenas de trofeos de todo tipo, mejor jugador, mejor compañero, menor tiempo en hacer un lateral y hasta más veces en devolver el toallón a sus compañeros despistados.

Hoy lo podemos ver hacer todas sus destrezas aprendidas a lo largo de estos años y disfrutar de su compañía en el fútbol del campeonato de La Salle en San Martín.

Búlgaro vení el domingo, no nos prives de tu compañía. Vení, te esperamos con los brazos abiertos. 

  

  

martes, 21 de junio de 2022

El goleador eterno

Saluda a su esposa."Chau". Lacónico en su expresión, indiferente en su tono, focalizado, imperturbable. Se retira de la cocina casi sin tocar las baldozas como salticando para escabullirze entre el humo y los olores a comida casera.

Baja las escaleras que lo depositan en la vereda par de la calle, justo al lado del local, la mercería que lleva el singular nombre de "Paquita".

Se sube a su vehículo le da marcha, casi en forma autmática, sin pensar, pisa el embrague, pone la marcha atrás y sale raudo para la cancha. Los ojos miran a través del vidrio que comienza a empañarse por el frío exterior, pero esos ojos no observan, no miran. El pensamiento lo abstrae de la realidad, lo deposita sobre la alfombra verde. En el rectàngulo delineado por tiras de alfombra blanca, bañada en pepitas de goma negra, caucho, algo de arena y mucho de euforia. 

El brillo lumínico del semáforo rojo rebota en su rubia cabellera que cubre el cuero cabelludo. 

"¿Quien arma los equipos?". Pregunta. 

"Dale vos y él". Dubitativo apunta con su dedo ínidce. 

"Yo juego con Nano". Intenta armar un equipo imbatible. 

Sale la pelota del medio, pero nada de eso importa. Ni si se va al lateral o corner, si rebota o no en el alambre. El equipo rojo, se arma de toque en toque. Una jugada magistral, un pase de derecha, en cortada que lo deja a Beto solo frente al arco. Patea, con más dirección que potencia. La pelota da en la base del palo, ese frio sonido metálico, deja vibrando por unos instantes el aire. 

"Le erré. Puta madre". Lanza Beto el quejido, solloza protesta, herido, maldice. 

Vuelve a rodar la pelota, y otra jugada linda para los de rojo. Esta vez, Beto queda de frente al arco, lo mira al arquero, ve que sobra arco por todos lados, sin demasiado esfuerzo, ni habilidad ni potencia, define abajo junto al palo dercho del arquero, le dio con el pie abierto. Una sonrisa envuevle su rostro, una singular paz lo invade, un rayo de emoción impacta en el hipotálamo debajo de esa cabellera rubia. 

Suena una bocina larga, demasiado larga. "Dale, la concha de tu madre, movete de una vez!!!" Escucha la puteada hiriente. 

Reacciona, presiona el embrague, pone primera, sin entender que sucedía. Levanta su mano derecha en son de paz y disculpa. 

"Perdón, me distraje un instante". Va convencido hacia la gloria.   

sábado, 27 de noviembre de 2021

Reglas

Suena el timbre.

"Ahí llegaron..." se escucha decir en voz baja a la hermana menor que terminaba de bajar el último escalón que los depositaba en la planta baja, justo frente al recibidor. Una cinta de enmascarar delineaba exactamente la posición de ambos hermanos en un ángulo exacto de 45 grados en diagonal a la maciza puerta de cedro, que oficiaba de puerta de entrada.

Los dos hermanos parados uno junto al otro. Sin tocar la cinta demarcatoria en el piso, con zapatos brillantes, impecables, el pantalón negro del varón tenía el pliegue frontal perfectamente alineado y sin arrugas, el cinturón correctamente ubicado sobre el botón central. La camisa blanca replandecía con el reflejo del sol que ingresaba por la ventana frontal de tres hojas. El moño negro, brilloso, azabache, impecablemente alineado, el rostro inmutable, no esgrimía ninguna emoción. El peinado raya al medio, hecho a la perfección, ni un solo pelo invadía el hemisferio de enfrente. El brillo del gel hacía rebotar la luz aún más. 

La hermana menor, en sintonía con su hermano, zapatos de charol, medias tres cuartos blancas, impecables, como recién salidas del paquete, pollera negra tableada, donde cada pliegue parecía ser de cartón o madera por su extrema rigidez y perfección, camisa blanca, manga larga pero un tanto más infladas que las de su hermano. El cabello con sus dos colitas ubicadas exactamente a la misma altura y a la misma distancia del meridiano imaginiaro de la cabeza. Ambos con las manos cruzadas por delante. La derecha por sobre la izquierda y los pulgares entrelazados por detrás. Todo en perfecta simetría. Hasta parece que parpadean al mismo tiempo.

Afuera se escuchan unas risitas nerviosas, cuchicheos. La madre abre puerta con un gesto ceremonial. Lentamente hace el gesto de bienvenida, inclinándose hacia adelante y bajando la cabeza, haciendo una pequeña reverencia, desliza ambos brazos como invitándolos a los  5 visitantes a pasar, unos instantes después se incorpora y esboza una sonrisa forzada. Observa esas tres criaturas vestidas "vulgarmente", como si no fuera un almuerzo importante. La madre de las tres niñas, parada un escalón más abajo, sobre la vereda, con jogging y zapatillas, el pelo recogido, el padre en bermudas y sandalias franciscanas, las niñas, así nomás, como si se levantaran y se dirigieran directamente hacia acá, hacia la cita.

La madre de las dos estatuas vestida de negro, vestido largo hasta los tobillos, zapatos de tacos bajos, pulido cuero negro. Un collar de perlas, un peinado que habrá tomado varias horas llevarlo a tal perfección y armar esa especie de estructura sólida con cientos de clips que ayudaban a mantener el peinado rígido y erguido.

Tardó instantes en cerrar la reverencia de invitación al ingreso, pero a ella le pareció un tanto larga, y termina diciendo "adelante, pasen, sientanse como en su casa...", la frase casi de compromiso que uno dice para hacerlos sentir bien. 

El padre de las tres niñas hace un gesto con ambos brazos como abrazando a todos y al mismo tiempo como si empujara para que todos ingresen delante de el a través de la puerta. Al levantar la mirada ve con cierto asombro y desconcierto la mesa ubicada frente al recibidor donde permanecían los dos hermanos imperturbables. La mesa estaba lista, los cubiertos brillaban, los vasos ahí colocados estratégicamente alineados, la pila de dos platos, las servilletas plegadas en forma de grulla de origami mirando al centro a una grulla cinco veces superior que contenía una pirámide de pan, todos del mismo tamaño. Las sillas vestidas con raso blanco, impecable moño trasero sobre la cintura del respaldo. Inmediatamente se dio cuenta que éste no era un almuerzo como tantos otros. 

Las tres niñas se acercaron a saludar a los dos hermanos, pero un carraspeo forzado de la señora vestida de negro paralizó a las tres hermanitas que se dieron vuelta instintivamente como sabiendo que algo raro se avecinaba.

La madre toma la palabra y comienza un discurso sin trastabillar una sola palabra. "Antes de comenzar el encuentro, quisiera repasar ciertas normas o reglas ( mientras sonríe a medida que iba acercandose a la palabra reglas ) . No son muchas pero sí bastante específicas..."

Y entonces comienza la enumeración de las mismas.

"Regla número uno... no se puede romper ni transgedir ninguna de siguentes reglas."Letal. Con esa sola declaración no existe ya nada que pueda sorprender a los visitantes que descolocados no sabían que gesto aplicar, en un desconcierto total, absoluto, inimaginado se miran e intentan sonreir o mirar la grulla mayor. 

Inmediatamente y sin permitirles reaccionar lanza la segunda regla: "Regla número dos... hay que pedir permiso para todo." Y agrega entendiendo que necesitan ejemplos para interpretar las reglas de convivencia. "Todo está supervisado y acordado, a saber, si quieren ir al baño, hay que pedir permiso, si quieren hablar, hay que pedir permiso, si quieren tomar un pan o un dulce, hay que pedir permiso. Para solicitar permiso, deben hacerlo levantando preferentemente la mano derecha, y tendrá prioridad quien haya levantado primero la mano, luego en segunda instancia, es por edad, teniendo prevalencia el mayor y en tercer orden, el sexo, el varón tendrá prioridad por sobre la mujer". 

En un desconcierto mayúsculo, los visitantes comenzaron a sentir que algo estaba funcionando mal. 

Los dos hermanos casi inmóviles, allí asentían levemente ante cada declaración de su madre. Ninguno de los cinco invitados sabía a ciencia cierta si se trataba de un chiste, de una puesta en escena o lo peor, si todo era cierto. Sin poder salir del estupor llegaba la siguiente regla.

"Regla número tres... esta regla está referida al comportamiento en la mesa, es muy importate..." agrega. "La mesa es el lugar de reunión de la familia, es quizás el momento de comunión de la familia por lo tanto es imprescindiblr que todos la respetemos..." continúa con su monólogo "Todos empezamos a comer al mismo tiempo y todos terminamos de comer al mismo momento, nadie está autorizado a levantarse de la mesa. No se puede pasar por sobre el plato de otro comenzal, no se puede ..." Continuaba sin inmutarse. Todo estaba prohibido. Todo estaba negado por defecto.

"Regla número cuatro..." justo cuando suena un ringtone de mensaje en algún bolso que interrumpe el relato. "A eso me quería referir..." dice elevando la voz cuando ve a la joven visita revolver la mochila que traía colgada en su espalda, agitada, busca silenciar el teléfono, casi en estado de deseperación, las hijas notan un momento de zozobra de su madre que las mira como desorbitadas y ve en ellas una mirada de angustia y desazón. Alcanza el telófono que sigue sin parar lanzando tonos agudos por todo el espacio, el marido que atina a manotear la mochila como si eso fuera a acallar el berrinche del aparato. Ya casi en un caos, tres parpadeos de nervios se alcanzan a ver en los ojos de la anfitriona, que lentamente, como pidiendio permiso, intenta calmar la picazón que le genera en el rodete este momento tenso y desagradable por haber sido interrumpida su exposición.

Teléfono en mano, alcanza a ver en la pantalla que rápidamente se apaga. Protesta "No puede ser... mi mamá necesita el remedio que se le acabó anoche. Vamos a tener que volver."

Nadie entendía nada. El marido sabe que la suegra falleció hace unos doce años, las niñas que no tienen abuela, la anfitriona que no pudo terminar de recitar las cuatro últimas reglas y los hermanos que no podrán mostrar el rígido calvario a las tres invitadas menores.

"Que pena que no podamos disfrutar de este almuerzo ..." se lamentó y que casi todos coincidieron sin convencimiento. 

Tan rápido como guardó el celular en la mochila extrajo las llaves del auto, y se dirigió hacia la puerta de cedro. "Puedo abrirla? Preguntó con temor". "¡No!", respondió, casi exclamando, congelando la mano de la mujer a escasos dos centímetros del picaporte de bronce pulido, brilloso. "Yo lo haré." Dijo, bajando dos tonos de voz. Sentenció como venganza al retiro cobarde de la familia.

Salieron los cinco disparados hacia el auto, mientras los dos hermanos levantanban su mano derecha y agitándolas leventemente de izquierda a derecha, la misma cantidad de veces como si estuvieran unidas por un soporte rígido, invisible, pero muy presente.

Entrecerrando la puerta, con la mirada puesta sobre el vehículo que se alejaba raudo, deslizó el comentario... "Me parece que no son muy apegados a las normas, pero sin embargo aprenden rápido."

"Que sería de nosotros en un mundo sin reglas...?" Se preguntó a si misma, hechándole traba a la puerta.    


Queso rapado

"Si es gol, me rapo". Dice uno de los dos amigos mirando el partido del domingo a la tarde noche.

"No seas ridículo...", le responde. Extendiendo su mano hacia el paquete de chizitos que se encontraba sobre la mesa ratona, enfrentada al televisor.

Unas latas de cervezas vacías, unos maníes desparramados sobre la mesita, tarde de futbol por TV, cerveza, tarde de amigos. Una de esas que se repiten miles y miles de veces, cada vez que hay algún partido. 

Ticho, un perro adorable, mimoso, pachorriento, color marrón claro, orejas largas, de mirada despreocuapda, como quien se sabe suficiente y contenido, amado, querido, mimado, cuidado, merodeaba por las cercanías de la mesita, en busca de algún descuido. 

Quizás haya sido el olor a queso que invadía el lugar. Es increíble cuanto de ese olor puede almacenar un paquete grasoso de chizitos. Como si explotara una usina láctea en plena maduración, y volaran por los aires miles de hormas. Lo mas llamativo de todo esto es que si a cualquiera de nosotros nos vendaran los ojos y nos preguntan de que queso se trata ese olor, no acertaríamos porque no pertenece a ninguno. Maravillas de la química, la publicidad, la psicología aplicadad a la misma y otras tantas ciencias que nos engañan como lo hicieron los españoles hacer 500 y tantos años cuando llegaron a estas costas.

Chizito al suelo, la mirada puesta en el partido, Ticho se acerca y "aaaaaaadennnnntroooo". No hubo mordida, ni nada, pasó directo al estómago. Pudo divisar, mientras el sabor a queso le invadía toda la cavidad bucal, la poca sal que se desprendió del extraño cuerpo amarillento, le despetaba alguna necesidad de agua. Los perros no toman gaseosas, ni alcohol ni nada. Se conforman con agua. De la canilla, del grifo o de la zanja. Cualquiera diría, aplicando la lógica que hasta el agua de la zanja es mejor que cualquier otra bebida creada por el hombre. Demasiado extraño para ser realidad.

Mientras eso sucedía, el partido daba para charlas de cualquier otro tema, menos del mismo.

Ticho, ve un pedazo de algo comestible sobre la mesa, sea lo que sea, sabe que no puede poner las patas sobre la mesa, mandamiento supremo que no puede quebrar bajo ningún concepto. Estira el cuello. Inclina la cabeza y aquí suceden unas de las cosas mas bellas que puedan ocurrir. Donde se combinan la mas diversas ciencias, la experiencia, las sensaciones y los recuerdos, todo eso solo para alcanzar un "cachito" alimento. 

Primero, debío verlo a través del iris y el cristalino, identificar que se trata de un alimento o algo parecido, decidir si lo quiere y le gusta. Esa imagen en su cerebro, recorrió decenas de miles de neuronas, dendritas, y quien sabe cuantas rutas desconicidas, almacenarse en algún lugar, compara con otras anteriores y en milésimas de segundos, decidir ir hacia él.

Luego evalúa la distancia del mismo al borde. Se acerca directamente, pero sabe que no alcanza con eso. (Retomamos donde inclina la cabeza) .

Cabeza inclinada unos pocos grados respecto del horizontal, logra acercarse pero no lo suficiente, abre la boca, porque condicionado como está, solo puede alcanzarlo si estira la lengua, rosa, áspera, reseca. Sin saber absolutamente nada de física o matemáticas, necesitó girar aún más la cabeza para evitar que le cuello se tope con el borde y le impida llegar más lejos. Con la lengua ya afuera, tenía resuelta una parte del problema, porque si bien con su cuerpo apoyado sobre la alfombra y afirmado sobre sus patas frontales, ejerciendo fuerza desiguales para compensar el desequilibrio que le genera tener la cabeza inclinada hacia un lado, solo logró quedar más cerca. 

Entonces, aún extendiéndose un poco más, logró rozar el bocado, alejándolo un poquito más del borde. Vuelve a intentar, forzando las patas traseras a ejercer una fuerza mayor, pero no tanta como para mover la mesa, ni tan poca como para que no alcance a vencer la resistencia de la masa muscular de su cuello. Sigue intentando, y la lengua desplegada con una torsión con forma helicoidal, como una víbora trepando una rama, pero en este caso sin rama.

La pelota estaba apoyada sobre el césped, rodeada de la espuma blanca, evanescente. La mirada de los dos amigos puesta sobre la trayectoria imaginaria de la carrera del ejecutante. Ticho con los ojos clavados en el pequeño bocado, distante a escasos milímetros de la punta de la lengua. 

El tiro salió a un metro o dos sobre el travesaño, impactó en el alambre y la pelota cayó muerta sobre el cartel de publicidad de maní detrás del arco. La lengua con el último y máximo esfuerzo abrazó a duras penas el bocadito y todo el cuerpo del can se relajó, que sin masticarlo ni siquiera pudo sentirle el gusto ya que todo el espacio está inundado de queso lo tragó y se recostó en los pies y la alfrombra, a la espera de otro descuido.


 

lunes, 17 de septiembre de 2018

Las 1001 muertes de De La Sotta

La última imagen fue la luz blanca, iluminando la parte trasera del camión, sucio, humeante, con la leyenda circuclar de 80kmh. Los ojos se abrieron, el terror le recorrió el cuerpo, no pudo frenar, la física imposibilitaba despalzar el pie hacia el freno, y todo terminó. Quizás el último recuerdo fue, aunque mezclado con sueños, ilusiones y esperanzas, otra realidad nacional, jamás lo sabremos. Y en este corto viaje que va desde Rio Cuarto hasta Córdoba podamos desviarnos por muchos rincones inexplorados, imprevisibles, impensados, hasta ahora.
Existen varias formas de encarar este viaje, una es ir minuto a minuto, metro a metro, reconstruyendolo, otra es ir desde el final hacia el principio. Yo quiro ir en ambos sentidos.

Aborda la camioneta, enojado, luego de haber bebido unos tragos con amigos y una picada de salame que le trajeron de Colonia Caroya con unos quesitos riquísimos, aceitunas negras "griegas". Enciende el motor y el perro, lanudo se interpone en su camino, el frunce el ceño y no entiende porque no se corre, no se mueve, lo mira, lo obseva, sin expresión, sin sentimientos. Inmobil, pétreo. Sin comprender que sucede, con la mano derecha, barre su cara y llega hasta su blanca cabellera. Al finalizar el recorrido de la mano, abre los ojos y ante él solo estaba el portón abierto, la luz era deborada por la oscuridad que habita detrás de esas paredes de ladrillo, que lo aíslan de la realidad.
Observa a ambos lados pero no logra ver al perro, lanudo, marrón claro, cola larga. Ella en un segundo auto no entiende porque tarda tanto en arrancar, tanto que pudo leer tres grupos de Whatsapp y responder a una amiga.
Toma la ruta, con música suave, un tanto fresca la noche, pero despejada, de luna brillante. Poco tránsito, preocupado por la discusión en la casa se queda pensativo. Los ojos en las infinitas líneas blancas, pero con el pensamiento todavía en la cena, mejor dicho, en la picada.
Luego de transitar unos pocos kilómetros, acelera, siente el cansancio, quiere llegar rápido, repasa las tareas pendientes, se acuerda de la mochila de ropa sucia y comienza a buscarla sin mirar, como tanteando los asientos de atrás. No logra tocar nada, Gira y ve un peluche de su nieta, sonrie. Quiere dejarle una Córdoba mejor.

La historia vuelve a reescribirse desde que accede a la ruta...

Escuchando Amanece en la ruta, de Sueter. Disfrutaba de la música de los '70 y los '80. Mira por el espejo retrovisor y ve las luces que lo siguen, como a un líder. Lejos, pero lo siguen. Los ojos vuelven al trazado, mira los laterales, tenues luces de ranchos pobres, humos, olores, se culpa de semejante cuadro, sabe íntimamente que tuvo la posibilidad de cambiar todo eso, pero se traicionó a sí mismo. Sabe que miles y miles sufren por su ambición, su codicia, sus actos. También sabe que no hay marcha atrás y ya nada puede hacer, su culpa lo abruma, lo cega, frunce la boca, respira hondo, acelera, cierra los ojos y se despide, hasta siempre, mis disculpas por tanto sufrimiento.
Un vecino, que tomaba mate cocido, con torta frita, antes de acostrase temprano, escucha el impacto, parpadea la lamparita, alza la vista y la luz se recompone. Toma un trago amargo y sigue con el mordisco de la torta frita, sin azúcar, con mucho amor.

La noche devoraba las lineas amarillas al mismo ritmo que su blacna camioneta, inmaculada, lavada por algún empleado de la casa, devoraba kms, ansioso para llegar, acelera, mira el velocimetro.
En el asiento de atrás, cruje algo, sin saber donde mirar primero, atina a darse vuelta, pero sus reflejos se lo impiden, mira el retrovisor, abre los ojos, sin poder creerlo. Ve pasar toda su historia en segundo, en una milémisa, el mismo tiempo que no tubo para pisar el freno.

Cinturon de seguridad puesto, esboza una sonrisa, y presiona el símbolo del telefono en el volante. Algunos pitidos después, atienden del otro lado de la línea. Él le dice: "Esperame como siempre... Llego en 40". Ella le responde: "Ya estoy toda lista para vos, impaciente, tengo dos copas burbujeantes, esperándote... "
El inspira, hondo, un cosquilleo le recorre la médula espinal y una descarga eléctrica llega hasta su entrepierna, entrecierra los ojos, inspira hondo, cree oler ese perfume que tanto le gusta y lo contiene. Aprieta el acelerador, en busca del placer efímero.

Por los parlantes, el relato del partido, "... tiro libre en la puerta del área...".
"Pero, la puta madre..." él ansioso, quiere que termine, angustiado por el resultado y por la maldita acidez estomacal que lo aqueja hace meses, eructa. Se lleva la mano, empuñada a la boca, es tarde, ya había eructado y los gases invadieron el habitáculo. Se acuerda de su madre que lo regañaba de niño al eructar en la mesa. Pide disculpas a nadie, a todos. Golpea el torpedo. Se da cuenta que no llega a tiempo, lo estaban esperando hacía horas y se habia olvidado.
"La reputa madre... me olvidé, que pelotudo..." . Inspira hondo y acelera, no quiere llegar tan tarde. El reloj es su enemigo. Ve pasar una luz por el lateral que no había visto de frente, desvía su mirada y no ve nada, o casi nada. Sigue buscando con la mirada, eso que creyó haber visto. Una figura negra, profunda, de mirada pentrante, casi sin parpadear, mirada fría, sin luz, sin esperanzas, sin sueños, solo oscuridad.

Ella se pasó al asiento del acompañante, él sorprendido, le dice: "¿Qué hacés?" .
"Nada, te estaba esperando... y ahora te tengo todo para mí solita."
"No seas ...", ella ya había manoteado habilmente su entrepierna y tenía los dedos acariciandolo.
"No." se resistió. "Pero... ". "No, por favor." Seguía firme en su posición mientras más sangre inundaba sus cavidades.
"Me gusta cuando te hacés el duro... Me gustas más."
"Pará!!!" exigió él.
"Ah si? Mirá que cuento todo... no te hagás el piola conmigo..."
Abrió los ojos de repente y vió el cartel de 80kmh.

Podría seguir indefinidamente espiando situaciones, descubriendo sensaciones, pensando que fue saboteada su camioneta o que era amante del tenista del Rio Cuarto Tennis Club. Pero eso , eso se los dejo a uds.







domingo, 16 de abril de 2017

Segunda remontada histórica

La noche apenas fresca, el horario anticipado por las vísperas de Pascuas, pero los vicios no cambian. Las mismas llegadas tardes, el eterno armado de los equipos. Todo sigue igual.
Naranjas y blancos, repartidos, peloteando, reunidos en pequeños grupos hablando de bombardeos y lumbalgias, con la misma  seriedad y convicción en cada caso.
Hora de empezar el partido, vos abajo , yo arriba, marcamos uno a uno, gol del equipo blanco. Vamos, vamos que no pasa nada. Vamos... tratan de dar aliento, para minimizar el impacto del primer gol de Nelson. Tibias felicitaciones al goleador.
El equipo naranja trata de manejar el balón , jugando por abajo, con toque, triangulación, falta de reacción, dos a cero.
El esquema parece mantenerse inalterable, toque del equipo naranja, efectividad en el equipo blanco, tres a cero, cuatro a cero, cinco a cero...
Creo que en la cabeza de todos continuaba fresco el partido de la semana anterior. Salvo para aquellos que no lo jugaron o no lo vivieron, ni lo disfrutaron ni lo sufrieron. Pero la mayoría, supongo que lo tenían muy presente.
Seis a cero y la historia volvía a repetirse, calcada, exactamente igual. El desconcierto naranja contrastaba con la alegría blanca. Mínimos cambios, bastaron para que apareciera el primer gol naranja, todo parecía encaminarse a otra remontada histórica.
Pero algo cambió el destino de ese partido, copia del de hace una semana. El equipo blanco no quería que la historia contara por segunda vez una remontada histórica, entonces volvieron al partido y tomaron distancia de ocho goles, trece a cinco, parecía que tendrían que jugar varios partidos para que la distancia se acortara en el marcador. Pero vaya a saber que, algo volvió a cambiar el destino, algo dentro de cada uno de los jugadores de los equipos cambió para que de un trece a cinco , el equipo blanco se pusera catorce a trece, los goles llegaban uno tras otro. Para los más viejos, parecía Arébalo de la Noche del Domingo con Gerardo Sofovich, volver de casi estar vencido en la pulseada a ganarla, de arrebato.
Y así fue, el equipo blanco, pone el empate en catorce. Enrique entra en el cancha, el empate parecía clavado, pero la pelota final, caprichosa, pega, rebota, mordida, lenta, peresoza, entra y hace honor a su color, les regala a los naranjas otra victoria histórica, única, irrepetible, inolvidable. Partidos que quedarán en las memorias de muchos por mucho tiempo, no importa de que color tenían la camiseta, este partido será recordado por mucho tiempo.
Y allí de nuevo, con sonrisa socarrona, casi sobradora, el destino se retira a descansar, más temprano que de costumbre, pero igual de satisfecho, sabiendo que nadie puede escudriniarle la carta que tiene en la manga.
Otro jueves histórico e inolvidable para un puñado de amantes del fútbol, con cena, asado y amigos. Que más se puede pedir, si hasta el destino nos guiña un ojo y nos regala un alegrón de tremenda magnitud.
Gracias. un honor ser parte de este grupo, de este futbol y por sobre todas las cosas, de estas historias inolvidables. Gracias.

domingo, 9 de abril de 2017

Remontada histórica, jueves a la noche

Noche apenas fresca, de a poco fueron llegando uno tras otro, sin embargo Beto estaba primero, no importa a que hora lleguen, Beto está primero, siempre. Cualquier otro convocado o invitado, seguro llega segundo.
Se hacía la hora del partido y casi todos en cancha haciendo unos movimietos pre competitivos, estiramientos varios, otros atraídos por el imán esférico, no podían dejar de darle algunos toques suaves, como para ir entrando en confianza, como afinando la puntería. Haciendose amigo con la pelota.
Noche de remera sin lavar, claros vs oscuros sería la solución al descuido o al olvido de la semana anteriror.
Las camisetas se quedaron atrapadas en la bolsa de nylon. Nadie las recogió, y pasaron una semana junto a Enrique y sus reproches al gobierno actual. Fueron mudos testigos de los quejidos por las actuales medidas económicas y habrán escuchado mil veces la palabra paro. Ese jueves de paro que para muchos quedará marcado por un evento violento o por no haber ido a laburar, pero para otros, el destino le tenía guardado una sorpresa.

Los equipos ya se habían repartido en la cancha, claros para acá , los oscuros para allá, algún reporche, que si que no. Comienza el partido. Empiza la magia, el mundo parece detenerse en ese instante, nada más importa, ni dolores ni preocupaciones, es como un agujero negro que absorve toda la energía del universo y solo queda una poca para iluminar el predio. Más allá está el río, seguro se asoma para espiar alguna jugadita, se emociona con alguna jugada, o se soprende con algún gol. Seguro, está pendiente del almanaque, quiere que sea jueves para vernos venir a jugar.

La luna allá arriba, en la platea, no se mueve, no pestañea. Mira atenta, no creo que sea de ninguno de los dos equipos, ama el futbol y se sienta cómoda junto a las estrellas a mirar, a disfrutar, a gozar. No le importa si se juega bien o mal, le importa ver todo lo que el futbol significa para esos doce locos, que se reunen jueves tras jueves, como si fuera la primera vez. El rito de las camisetas y el armado de los equipos. Si fue o no lateral y si Bauza sigue o se va. Le gusta ver todo.

Futbol, arranque de partido impreciso pin pam pum, gol de los oscuros, 1 a 0. Algunos tibios reproches de los claros, vuelve a comenzar.
La misma camiseta, 2 a 0 en 2 minutos. Caras de preocupación y la temperatura de los reproches subía, tanto como la felicitación para el goleador, hasta el momento 100% efectivo, dos toques, dos goles, dos alegrias, dos puñaladas.
Saque del medio, el equipo claro intenta darse algunas indicaciones para armarse en defensa y evitar... Ni siquiera me deja terminar el relato, que llega el tercero, repite la fórmula el goleador, ya habían anunciado "hoy se lleva la pelota..." caras de felicidad, de sopresa en el equipo oscuro,  no podían creer con que facilidad y rapidez tomaron ventaja. La misma sopresa pero con desazón, esta vez, los claro se miran entre sí tratando de encontrar alguna explicación, todo era desconcierto. El río se golpeaba la frente, como en un gesto de "no puede ser... está en su noche".
Todo parecía encarrilarse para el equipo oscuro, y contrariamente el equipo claro ya estaba totalmente descarrilado, llegó el cuarto, anotado por quien sino, por el mágico, en su noche de gloria, se lo dedicaba a la luna, al río, a Dios, al universo, a todos, señalaba a quien le había dado el pase, Beto, el que siempre llega primero.
Ya, en ese instante, el equipo claro quería transitar el sendero de la resignación. Casi sin reproches, cabezas bajas, mirando la alfombra, Gus les había marcado cuatro goles en un puñado de minutos, estaba encendido, Anibal imparable, entraba por izquierda con gambeta rápida, pase abierto, centro al medio... Gol, y gol , y gol...  parecía ser el método oscuro. El claro, nada, ese parecía ser su método, nada.
La luna ansiosa, expectante, miraba a cada detalle. Vio transpirar a Carlos, vio el gesto de Dany, revoleando la derecha al cielo, quejándose del aramado inicial y los cambios de último momento, vio la cara de Gus y la preocupación de Gonza. Marian... sin consuelo. Vio que el arquero se sacaba los guantes, pero no alcanzó a escuchar que decían.
Cero cuatro abajo, cambio de arquero, parecía ser la receta que..., gol.
Cinco arriba los oscuros, cinco pepas, el botín izquierdo de Gustavo tenía destino de vitrina cristalina, iluminada por un haz de luz brillante, como su noche, como sus sueños.
La frutilla del postre, trepada guapa por izquierda, define con zurda al segundo palo, nada que hacer para el arquero, seis cero, Anibal marcaba y el partido parecía encaminarse para una goleada histórica, terminar quizás con el arco en cero, todo podía suceder a partir de ahí.
La luna seguía sorprendida de tanta belleza en la jugada, el río, caprichoso se golpeaba la frente y decía, se contagió de Gus... Tibios aplausos de aliento en el equipo claro, Beto gritaba fuerte, para que duela más, "seis arriba, seis !!! ", remarcaba para que no queden dudas quien manda en casa. Seis parecían ser las estacas blancas que cubrían la alfombra verde renegrida, como la esperanza y el ánimo del equipo claro.
El partido comenzó a jugarse cada vez más cerca del arco de Dany, el arquero, arquerazo, que parecía titánica la imagen parada en el arco, no importaba desde donde patearan ni lo fuerte que lo hicieran, era impenetrable, infranqueable.
Sin embargo por un rato largo, se jugó frente a ese arco y el ceño fruncido de la luna mostraba la preocupación del equipo oscuro, entraron las dudas, los yerros y al fin un gol. Casi sin festejo, los claros se pusieron a 5 de diferencia. Fue entonces que el partido sufrió un cambio, un vuelto, un volantazo, cambió de dirección. Los goles claros empezaron a llegar uno tras otro, la pelota empezó a correr por el piso, se sintieron un equipo y como en primavera la ilusión comenzó a reverdecer. Los reprochen cambiaron de camiseta y ahora los oscuros eran quienes se reprochaban entre sí. La pelota recorria el campo, triangulando y los goles acortaban la diferencia, sin recursos, sin métodos, los oscuros no llegaban o sin peligro, y los gritos de Silvio empezaron a ganar decibeles, tratando de despertar a su equipo.
Empate con gusto a victoria, seis a seis. A esa altura era heroíca. Pero pareció no alcanzar el apetito de los claros, que fueron en busca de más. Llegó uno y otro más tras una subida de Dany por derecha, centro y gol de Marian. Pero el destino, caprichoso jugaba su última carta, noveno , definitivo y lapidario gol, marca el resultado final. Histórica remontada de los claros, la luna temblaba de emoción, el río no lo podía creer, el destino sonreía, cómplice, miraba sobre hombro, sabía que había burlado a Beto una vez más, cuando allá por el seis a cero, pensó en irse ganador, como en los últimos diez partidos. Caprichoso como él solo, se sabía dueño absoluto de la bola de cristal que maneja el destino de todo el universo, el destino se marcha a descansar, y le regala a cada uno el sueño que se merece, a soñar muchachos a soñar y disfrutar que se ganaron en buena ley esa alegría inmensa de saber que hicieron historia, disfruten, que el jueves próximo, les tengo preparada otra historia.