lunes, 17 de septiembre de 2018

Las 1001 muertes de De La Sotta

La última imagen fue la luz blanca, iluminando la parte trasera del camión, sucio, humeante, con la leyenda circuclar de 80kmh. Los ojos se abrieron, el terror le recorrió el cuerpo, no pudo frenar, la física imposibilitaba despalzar el pie hacia el freno, y todo terminó. Quizás el último recuerdo fue, aunque mezclado con sueños, ilusiones y esperanzas, otra realidad nacional, jamás lo sabremos. Y en este corto viaje que va desde Rio Cuarto hasta Córdoba podamos desviarnos por muchos rincones inexplorados, imprevisibles, impensados, hasta ahora.
Existen varias formas de encarar este viaje, una es ir minuto a minuto, metro a metro, reconstruyendolo, otra es ir desde el final hacia el principio. Yo quiro ir en ambos sentidos.

Aborda la camioneta, enojado, luego de haber bebido unos tragos con amigos y una picada de salame que le trajeron de Colonia Caroya con unos quesitos riquísimos, aceitunas negras "griegas". Enciende el motor y el perro, lanudo se interpone en su camino, el frunce el ceño y no entiende porque no se corre, no se mueve, lo mira, lo obseva, sin expresión, sin sentimientos. Inmobil, pétreo. Sin comprender que sucede, con la mano derecha, barre su cara y llega hasta su blanca cabellera. Al finalizar el recorrido de la mano, abre los ojos y ante él solo estaba el portón abierto, la luz era deborada por la oscuridad que habita detrás de esas paredes de ladrillo, que lo aíslan de la realidad.
Observa a ambos lados pero no logra ver al perro, lanudo, marrón claro, cola larga. Ella en un segundo auto no entiende porque tarda tanto en arrancar, tanto que pudo leer tres grupos de Whatsapp y responder a una amiga.
Toma la ruta, con música suave, un tanto fresca la noche, pero despejada, de luna brillante. Poco tránsito, preocupado por la discusión en la casa se queda pensativo. Los ojos en las infinitas líneas blancas, pero con el pensamiento todavía en la cena, mejor dicho, en la picada.
Luego de transitar unos pocos kilómetros, acelera, siente el cansancio, quiere llegar rápido, repasa las tareas pendientes, se acuerda de la mochila de ropa sucia y comienza a buscarla sin mirar, como tanteando los asientos de atrás. No logra tocar nada, Gira y ve un peluche de su nieta, sonrie. Quiere dejarle una Córdoba mejor.

La historia vuelve a reescribirse desde que accede a la ruta...

Escuchando Amanece en la ruta, de Sueter. Disfrutaba de la música de los '70 y los '80. Mira por el espejo retrovisor y ve las luces que lo siguen, como a un líder. Lejos, pero lo siguen. Los ojos vuelven al trazado, mira los laterales, tenues luces de ranchos pobres, humos, olores, se culpa de semejante cuadro, sabe íntimamente que tuvo la posibilidad de cambiar todo eso, pero se traicionó a sí mismo. Sabe que miles y miles sufren por su ambición, su codicia, sus actos. También sabe que no hay marcha atrás y ya nada puede hacer, su culpa lo abruma, lo cega, frunce la boca, respira hondo, acelera, cierra los ojos y se despide, hasta siempre, mis disculpas por tanto sufrimiento.
Un vecino, que tomaba mate cocido, con torta frita, antes de acostrase temprano, escucha el impacto, parpadea la lamparita, alza la vista y la luz se recompone. Toma un trago amargo y sigue con el mordisco de la torta frita, sin azúcar, con mucho amor.

La noche devoraba las lineas amarillas al mismo ritmo que su blacna camioneta, inmaculada, lavada por algún empleado de la casa, devoraba kms, ansioso para llegar, acelera, mira el velocimetro.
En el asiento de atrás, cruje algo, sin saber donde mirar primero, atina a darse vuelta, pero sus reflejos se lo impiden, mira el retrovisor, abre los ojos, sin poder creerlo. Ve pasar toda su historia en segundo, en una milémisa, el mismo tiempo que no tubo para pisar el freno.

Cinturon de seguridad puesto, esboza una sonrisa, y presiona el símbolo del telefono en el volante. Algunos pitidos después, atienden del otro lado de la línea. Él le dice: "Esperame como siempre... Llego en 40". Ella le responde: "Ya estoy toda lista para vos, impaciente, tengo dos copas burbujeantes, esperándote... "
El inspira, hondo, un cosquilleo le recorre la médula espinal y una descarga eléctrica llega hasta su entrepierna, entrecierra los ojos, inspira hondo, cree oler ese perfume que tanto le gusta y lo contiene. Aprieta el acelerador, en busca del placer efímero.

Por los parlantes, el relato del partido, "... tiro libre en la puerta del área...".
"Pero, la puta madre..." él ansioso, quiere que termine, angustiado por el resultado y por la maldita acidez estomacal que lo aqueja hace meses, eructa. Se lleva la mano, empuñada a la boca, es tarde, ya había eructado y los gases invadieron el habitáculo. Se acuerda de su madre que lo regañaba de niño al eructar en la mesa. Pide disculpas a nadie, a todos. Golpea el torpedo. Se da cuenta que no llega a tiempo, lo estaban esperando hacía horas y se habia olvidado.
"La reputa madre... me olvidé, que pelotudo..." . Inspira hondo y acelera, no quiere llegar tan tarde. El reloj es su enemigo. Ve pasar una luz por el lateral que no había visto de frente, desvía su mirada y no ve nada, o casi nada. Sigue buscando con la mirada, eso que creyó haber visto. Una figura negra, profunda, de mirada pentrante, casi sin parpadear, mirada fría, sin luz, sin esperanzas, sin sueños, solo oscuridad.

Ella se pasó al asiento del acompañante, él sorprendido, le dice: "¿Qué hacés?" .
"Nada, te estaba esperando... y ahora te tengo todo para mí solita."
"No seas ...", ella ya había manoteado habilmente su entrepierna y tenía los dedos acariciandolo.
"No." se resistió. "Pero... ". "No, por favor." Seguía firme en su posición mientras más sangre inundaba sus cavidades.
"Me gusta cuando te hacés el duro... Me gustas más."
"Pará!!!" exigió él.
"Ah si? Mirá que cuento todo... no te hagás el piola conmigo..."
Abrió los ojos de repente y vió el cartel de 80kmh.

Podría seguir indefinidamente espiando situaciones, descubriendo sensaciones, pensando que fue saboteada su camioneta o que era amante del tenista del Rio Cuarto Tennis Club. Pero eso , eso se los dejo a uds.