jueves, 28 de agosto de 2014

A mexican lost in Michigan

Tengo el honor de conocerlo. El nombre es solo una etiqueta, que lo identifica, pero no lo define, el nombre es un accidente, es como la marca que le imprimen los padres al proyecto de persona que ellos idealizan, al final, y de esto estoy seguro, jamás se concretan como lo soñaron o lo pensaron, la individualidad, la libertad, el medioambiente que lo rodean al individuo, van moldeando a la persona.
Lo conozco, y es por eso que lo puedo describir.
Alto, espigado, de corteza dura, machacada por el paso del tiempo, esconde y resguarda un interior tierno. De cara sin expresión, de sonrisa difícil y hasta triste me animaría a arriesgar. Si lo viera en las calles heladas, nevadas de Michigan, diría que es un solitario, tiene ese aspecto de reservado. Pero lo que no puede esconder es su dureza, su rudeza.
Su tierno interior se deja ver en ciertas ocasiones, muy particulares. Lo puede su familia, pero el punto más vulnerable es su nieto. Podría llorar con solo observarlo. Y viendose reflejado él en la criatura, repasando en un segundo toda su vida.
Aprendió a construir esa fria muralla que lo aísla del dolor y del sufrimiento allá en su Mexico natal.
Donde jugaba con  palitos y piedras. Cazaba pajaritos, los mismos que hoy desde el alambre lo observan, pero con un poco de culpa. Las calurosas tardes lo fueron tallando y los desencuentros con su eterno amor lo terminaron de blindar.
Hoy es un perro de caza, infalible, perseguidor, constante, persistente, tosudo, testarudo, tenaz. De olfato agudo, como todo buen cocinero. Vive con su esposa y no tiene amigos sajones. Un poco desconfiado para esas cosas, prefiere confiar en su instinto, ese que nunca lo traicionó. Ni siquera aquella tarde en la que decidió ir a probar suerte al norte. Sabía que estaba para cosas grandes y sentía que tenía que triunfar en otras tierras. Hoy todavía se plantea y se pregunta ¿Qué es triunfar?
Allá fue, con su bolso de lona, que guardaba, unos pares de medias, unas camisas, unos pantalones, remeras, sueños y alguas palabras del ingles.
La vida y la realidad lo golpearon, duro, pero igual se puso de pie, se sacudió el polvo, se acomodó el pelo, juntó todo su honor y su dignidad. Siguio caminando hacia adelante. Desafiando la vida misma. Poco a poco fue encontrando sus recompensas, al tiempo que endurecía su corteza.
Se enamoró y formó una familia. Muchos años después de haber partido de su lugar en el mundo, se encontró por casualidad con un amigo con el que había compartido palitos y piedras, tardes de calor y sueños de niños. Y él le confiesa que siempre supo que triunfaría, que él como nadie, confiaba en el hoy viejo gruñón. Ahí entendió que todos aquellos que le decían, "no te vayas..." "quedate..." "que vas a hacer allá, si ni siquiera saber decir hola..." estaban equivocados, que triunfar se podía y querer es poder, sin importar las adversidades. O mejor aún, deben importar y mucho, pero enfrentarlas y tratar de vencerlas. De eso esta hecho un hombre, de victorias pequeñas, de grandes conquistas, de paz, de honor, de entender las propias debilidades y saber explotar las virtudes.
Osco y bufón, de corazón tierno, el mismo del que ella, su esposa, se enamoró, el mismo personaje, como Dr Jekill y Mr. Hide, ambos lo componen, se integran, cualquiera de ellos puede aparecer en cualquier momento. Hoy lleva el mismo bolso de lona cargado de sueños para regalarlos a sus nietos. Revisandolo minusciosamente, también encontró un palito, aquellos que le recuerdan esas mágicas tardes, lo conectan directamente, con esos olores y sabores de infancia, que jamás podrá olvidar, guarda el recuerdo en un cajoncito de madera, que rara vez abre, lo cierra, mira hacia arriba y una lágrima intenta asomar, aspira hondo.
Es hora de ir trabajar, que chingadera.

2 comentarios:

Fermin Orduño Portillo dijo...

Me sudaron los ojos!

Anónimo dijo...

La licencia poética es todo el derecho de un autor. Pero aún así, hay mucha verdades, sobre todo la descripción de su carácter y su gran amor por su nieto. Guardare esta pequeña historia. Gracias! Miroslava Orduno Rincon.